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Hay poemas y lágrimas, gotas de sangre en la piel, fantasmas que arrullan el viento, soledad que sabe a hiel. Es el hombre y su sacrificio, la rabia después del vino, monedas que no se llevan, consuelo y desatino. Hay hombros que no saben llorar, muertos que nadie vio pasar, vagabundos de la sombra, raíces que quieren respirar. Los inviernos se amontonan, de dos en dos al pasar, y las tumbas guardan el eco, de memorias sin descansar. Hay huesos que son árboles, blancos en túneles de polvo, madrigueras de castigos, silencios que hablan por todos. Son raíles de carne y vida, poemas que se pudren al sol, hombres que saben morir en viento, y renacen sin control. Hay hombros que no saben llorar, muertos que nadie vio pasar, vagabundos de la sombra, raíces que quieren respirar. Los inviernos se amontonan, de dos en dos al pasar, y las tumbas guardan el eco, de memorias sin descansar. Sí, hay huesos… raíles que llevan el peso de todo lo que no se dice, de todo lo que se perdió...