Deslizo en la medianoche, llantas chillan sobre el asfalto mientras el humo se mezcla con la niebla que cubre la ciudad. Las luces del centro parpadean lentas, como un pulso que se apaga. Sostengo el volante con manos frÃas, el metal escondido cerca, sin espacio para fingir. El bajo retumba en la cajuela, despertando fantasmas que viajan en silencio. Me muevo entre sombras, respirando lealtad rota y pecado, con la mirada en el retrovisor pero el corazón latiendo hacia adelante. Cada kilómetro que dejo atrás es otro paso dentro del vacÃo, donde los demonios derrapan a mi lado y la confianza ya no existe. No hay salvación en este carril—solo yo, la noche y el sonido de la venganza vibrando en lo profundo.